miércoles, 1 de abril de 2009

Olga

Olga vino a hacer una denuncia en mi trabajo, hace un tiempo. Es una señora muy mayor, muy educada y también muy coqueta. Siempre trae el pelo bien arreglado, se maquilla bien y se nota que se pone lo mejor que tiene para venir a verme. Denunció que al lado de su casa se había inaugurado un restaurante, que no tenía las chimeneas en buen estado, por lo que se le llenaba la casa de humo y de olor a grasa quemada. Luego de un tiempo, el problema se pudo solucionar. Una de las veces que vino, tenía una bolsa grande llena de papeles, que casi se olvida sobre el sillón. Cuando se la alcancé, me agradeció, ya que ahí adentro tenía gran cantidad de análisis y radiografías, que según me dijo tenía que llevarle al médico. Ahí me contó que estaba yendo al médico, como casi toda la gente muy mayor y de buena salud, que van seguido al médico porque pareciera que éstos no pueden creer que la gente vieja no tenga nada. Entonces, le habían indicado un montón de estudios, que ella se iba a hacer por ese “temor reverencial” que le tiene la mayoría de la gente mayor a los médicos, pero estaba segura de que no tenía nada.
A los pocos días, me llamó por teléfono. Me sorprendió, ya que, como ya dije, su problema se había solucionado. No me llamó para plantear ninguna denuncia. Me llamó para contarme que el doctor le había dicho que estaba todo bien, pero que igualmente le tenían que hacer una resonancia. Y me aclaró que me llamó para contarme eso, porque cuando la primera vez (cuando casi se olvida la bolsa) me hizo los comentarios sobre el médico, yo la escuché con atención. Pobre, seguro estaba poniendo la cara que pongo cuando algo me impacienta.
Después de eso, me llamó varias veces, para tenerme al tanto de cómo iba su salud.
Me parte el alma cada vez que me llama, porque está sola. No tiene a nadie a quien contarle sus cosas. Tiene un hijo de casi 60 años, a quien, según sus dichos, “no quiere preocupar porque trabaja mucho y tiene su propia familia.” A veces me darían ganas de llamar a su hijo y decirle que visite de vez en cuando a su madre, pedazo de insensible.
Ahora el 23 de abril Olga tiene turno para hacerse una tomografía (malditas obras sociales, se piensan que una persona de casi 80 años tiene toda la vida para esperar un turno). Si el 24 no me llama para contarme cómo le fue, la llamo yo.