martes, 11 de noviembre de 2008

La historia de P.- Parte I

Hay ciertas personas a las que su nombre les va perfectamente. Digo esto, porque la historia que quiero contar es 100% real, y estuve días y días tratando de buscar un nombre falso para P.P. No hubo caso. P. P. solamente puede llamarse P. P. Busqué nombres con las mismas iniciales, como Paula Peralta o Pierina Páez, pero cuando empezaba a escribir, sentía que la historia no era tan real. También intenté con nombres completamente ficticios, como Viviana Ruiz o Marcela Márquez, y ahí sí definitivamente sentía que hablaba de otra cosa. Bueno, el caso es que conocí a P. hace muchos años, ya que fue a buscar algún tipo de ayuda social al lugar dónde yo trabajo. En ese momento, P. vivía en uno de esos hoteles que el gobierno paga para los pobres. Para los que no saben cómo es el asunto, en esa época el gobierno pagaba cualquier cantidad de plata por una habitación desvencijada en un lugar lleno de cucarachas (como poco) en la cual hacían vivir a todo un grupo familiar, con lo cual podía llegar a pasar que en un cuartucho de 2 x 3 vivieran cinco o seis personas, muchas veces sin ventanas. ¿Quiénes terminaban ahí? En su gran mayoría se trataba de personas que habían sido desalojadas de una villa, o que venían del interior del país pensando que acá en la Capital todo son rosas y solamente se encontraron las espinas. Esos rara vez tenían problemas con los sucuchos dónde los amontonaban, ya que en su vida habían conocido otra cosa. Las familias que venían de Jujuy por ejemplo, y contaban cómo sacaban vinchucas de debajo de los colchones, difícilmente tuvieran problemas por un par de cucarachas escuálidas. Las condiciones de vida en esos pseudo hoteles eran completamente inhumanas, pero los que estaban acostumbrados a la miseria veían eso como algo natural, claro, si no conocían otra cosa y los funcionarios de turno les hacían creer que no se merecían nada, que bastante con eso y que si se quejaban, a la calle. También había otro grupo de los llamados “beneficiarios”. Estos eran personas que en su momento habían tenido una posición económica más o menos holgada, y que consecuencia de las políticas económicas implementadas en el país desde los 90 habían pasado a engrosar la lista de pobres, de marginados, de beneficiarios de planes sociales. Había personas que pagaban alquileres y que de golpe, al quedarse sin trabajo, tuvieron que recurrir a esos alojamientos. Había también personas que eran propietarias y que sufrieron remates. Ellos sabían que no era normal vivir en una habitación mugrosa llena de humedad y alimañas. También sabían que tenían derechos. En ese grupo estaba P.
En su momento, P. había trabajado como secretaria de un conocido abogado, y vivía en una casa que su esposo había heredado. Después se enfermó, fue despedida de su trabajo y ello llevó a que se separe. Su esposo se quedó en la casa y la echó como a un perro, con sus tres hijos. El abogado de pobres que la asistió en el divorcio no pudo o no quiso o no le salió o quien sabe; y así P. aprendió a pedir. El gobierno la metió junto con sus hijos en una habitación cerca de La Boca, y la pobreza y la humillación le desató una patología psiquiátrica. Ahí la conocí.

Continúa...

4 comentarios:

LolaPapallona dijo...

¿Y que paso?...


Saludos... te leo..

Gran Lady dijo...

Ya se viene la segunda parte. Gracias!

cHaROl dijo...

Ah!, Pero mira vos!
Asi nomas nos dejas con la presentacion!

Fea la actitud.-

Gran Lady dijo...

ya va ya va!