lunes, 17 de noviembre de 2008

Se va la segunda

La primera vez que vino P. trajo una carpeta enorme llena de fotocopias ilegibles, cositas anotadas como jeroglíficos en papeles amarillos, en servilletas de bares y en hojas sueltas de cuaderno. Decía que la buscaban porque ella sabía “cosas”. Entre las cosas que decía que “sabía”, decía que sabía quien había puesto la bomba en la AMIA y quien había matado al hijo del presidente M. Decía que por esas cosas la buscaban. En realidad, si alguien hubiera querido, la hubieran encontrado enseguida. Ella era beneficiaria de un subsidio otorgado por el gobierno, por lo cual era facilísimo, de quererlo, dar con sus datos. Si incluso vivía en un lugar asignado por el gobierno. Igual no entraba en razones, decía que la buscaban. Cada vez que venía a verme (a razón de por lo menos, tres veces por semana) me mostraba esas fotocopias y esos jeroglíficos, de los cuales no surgía nada de nada porque eran cosas sueltas, eran copias de un expediente judicial que tenía por la guarda de sus hijos con números de teléfono anotados a las apuradas. Entonces, sus malas condiciones de vida se cruzaron con su patología psiquiátrica, y empezó a decir que el gobierno la había mandado a vivir en ese hotelucho a propósito, para matarla. Algo de razón tendría, porque el lugar donde tenía que vivir era inhumano. Pensándolo bien, tenía razón en varias cosas. O no, no tenía razón, pero las casualidades se habían dado de tal forma, que una persona desprevenida hubiera creído que tenía razón. Por ejemplo, en uno de los informes de su psiquiatra decía que padecía de “delirio místico”. Decía que los santos le hablaban y que ella era la reencarnación de uno de los santos. También decía tener una conexión especial con Jesús y la virgen. ¿Cómo decirle que estaba delirando? Si su hijo había nacido el 25 de diciembre! (tuvo que mostrarme la copia de la partida de nacimiento para que le creyera). Después de esa etapa, estuvo mucho tiempo sin venir. Después reapareció, con su “delirio místico” a cuestas, y lamentándose de que, cuando finalmente la trasladaron a otro hotel, perdió gran parte de sus libros. ¿Está loca una persona que se lamenta por eso? Cualquier persona, si pierde sus libros durante una mudanza, se pondría “como loca”. ¿Por qué pensar que P. está loca, pero loca de manicomio? Si en definitiva, se quejaba por lo mismo que cualquiera de nosotros nos quejaríamos. Nadie es feliz viviendo en un lugar plagado de cucarachas, ni con goteras, ni con los cables a la intemperie. A nadie le gusta que le saquen sus libros. Claro, pero nunca nadie le dio bolilla a P. porque supuestamente, “está loca”. Era poco lo que podíamos hacer desde mi trabajo para ayudarla, igualmente venía todos los días (sí, en los últimos tiempos venía todos los días) para que la escuchemos, pero para que la escuchemos como se escucha a una persona, no como la escuchaba su psiquiatra, que ya le había puesto la etiqueta de “loca”. ¿Estamos todos locos?

3 comentarios:

Maraña Gestual dijo...

Hola que tal! te invito a pasar por mi blog para que conoscas mi homenaje a porco rex
saludos!!! y gracias

Anónimo dijo...

que increible...pero pasan estas cosas... conocí a una persona que tenia tambien estos delirios.... imposible seguirlo.
saludos

Gran Lady dijo...

Maraña: me encantó tu obra, en especial el Alien Duce. Ya estoy recomendando la página.

nada se pierde: qué suerte que conociste una persona así. Como ya postearé más adelante, yo conocí (y sigo conociendo) muchas. Gracias.